TRADUCE GEMMA TORNERO
Hay una oleada de sentimientos que me invaden al momento de sentarme aquí en la quietud de la madrugada para escribir este artículo. El equipo que he seguido durante la mayor parte de mi vida ha ganado el gran juego, el Super Bowl. Pienso momentáneamente en el primero. Sí, tengo la edad suficiente para recordarlo, aunque no recuerdo con quién lo vi ni dónde. Podría haber sido cualquier cantidad de personas del Westside la que nos recibió como inmigrantes hace tantos años.
En la larga trayectoria que constituye ser un fanático de los Jefes, en los últimos años me he retirado a mi propio Privado Idaho (mi cubículo solidario donde reside la televisión) para ver los juegos. Cincuenta años de frustración en los playoffs han opacado mi deseo de estar cerca de las personas cuando el equipo pierde. No es que no haya creído en ellos (lo he hecho), pero es demasiado para estar rodeado de personas lastimadas, mientras yo me siento allí conteniendo mi propio dolor. Sufrir en soledad es lo mío.
Pero este año, me encontré rodeado de seguidores fanáticos con sus propias historias de pérdidas y ahora de redención. Un amigo organizó una fiesta del Super Bowl y, en contra de mi mejor naturaleza, dije que sí. Lo hice porque sabía y sentía que iba a ser un momento culminante. No tenía la sensación de que iban a perder. No estaba en mis ecuaciones.
Hacia el final del tercer cuarto, con el equipo perdiendo por diez puntos, me senté haciendo lo que he hecho en las últimas semanas, ese nuevo tipo de matemática que este equipo ofrece. Si ellos anotan en esta posesión y la defensa detiene a los 49s a un triple y nosotros anotamos nuevamente, ganamos. Pero tienen que ser touchdowns. Entonces Patrick Mahomes lanzó una intercepción. El aire salió de la habitación como lo había hecho tantas veces antes. Estaba en nuestras caras, pero las matemáticas dictaban esperanza. Si la defensa los mantiene, todavía tenemos las matemáticas y el tiempo de nuestro lado. ¿Por qué? Porque pueden anotar grandes números en poco tiempo.
Ese es el ábaco de la fe. Mueves las cuentas y las posibilidades son claras. No te animo a que lo uses como una herramienta de pronóstico, pero se mantuvieron, y los Jefes marcharon por el campo y anotaron para llegar a 20-17. No importaba que todavía estaban abajo por tres puntos y San Francisco seguramente correría con el balón por nuestras gargantas y ahogaría el reloj. Pero esta nueva matemática tiene una nueva variable, una hermosa fila de cuentas amarillas y rojas: la defensa.
La mayoría de esas pérdidas recientes, que me mantuvieron en casa, se debieron a la incapacidad de la defensa para hacer paradas cruciales. Puede echarle la culpa al esquema o al personal, pero las defensas más recientes no han inspirado regresos. Ahora, algunos dirán, y lo están diciendo, que la jugada de Kyle Shanahan llamó a su equipo. Me gustaría pensar que cuando el juego estaba en peligro, la defensa apareció y eso debería ser un recuerdo característico de este equipo.
Tyrann Mathieu, Frank Clark, Chris Jones, son los líderes obvios de la defensa, y han avanzado, dentro y fuera del campo. Tengo que admitir que me encogí un poco cuando Clark recurrió a las redes sociales para todo, pero garantizó que la defensa cerraría al corredor de los Titanes de Tennessee, Derrick Henry. Las grandes palabras a veces se convierten en factores de motivación para los equipos opuestos. Cuando los jugadores respaldan esas palabras, eres un tipo de defensa de capa y espada. No puedo recordar tanta arrogancia en ese lado de la pelota en los últimos años, pero ¿quién podría argumentar que Chavarious Ward, Bashaud Breeland, Daniel Sorensen, Tanoh Kpassagnon y todos los demás jugadores defensivos no han jugado a los estándares que no hemos visto aquí? por mucho tiempo. Esto es nuevo para nosotros. El equipo que jugó el domingo pasado fue un buen equipo, equilibrado, con ambas partes contribuyendo.
La historia dirá lo contrario, y el tiempo pintará el hermoso juego que Patrick Mahomes jugó al final como la razón principal. No fue un gran juego por parte de Mahomes, pero se benefició de la pasión con la que juega este juego.
Era la perfección bajo presión. Aunque estaba en el extremo receptor de cuatro capturas y 12 presiones de mariscal de campo, a Mahomes le fue significativamente mejor que al mariscal de campo de San Francisco, Jimmy Garropolo. “Mahomes fue presionado en 20 de sus 49 derribos, pero los Jefes promediaron más de siete yardas por jugada. Eso es más del doble del promedio de la NFL esta temporada. Garoppolo completó solo uno de sus nueve intentos bajo presión para 20 yardas y dos intercepciones”.
Eso dice mucho de la capacidad de liderazgo de Mahomes, pero no debería minimizar el juego de la defensa. En esos momentos finales con los Jefes a bajo con tres puntos con aproximadamente seis minutos para jugar, no estaba preocupado. Esas no eran cuentas de preocupación en mi mano, sino frías y calculadoras cuentas de ábaco. La matemática era simple, anotaba touchdowns cuando estaba en la zona roja rápidamente y presionaba al otro equipo.
Los Jefes hicieron exactamente lo que el ábaco pedía y aquellos de nosotros reunidos en la sala familiar viendo el juego, o en otras casas, bares y lugares de trabajo o en cualquier lugar donde los fanáticos se reunieron para escuchar o ver el juego, son los mejores para eso. Podemos respirar profundamente ahora. Este está en los libros y el final fue mágico.
Para parafrasear las palabras inmortales de Jimmy Durante, levanto un vaso y brindo por las personas que se han ido y que me llevaron más allá de mi primer torniquete hace muchos años. “Aquí está para quien sea y donde sea que se encuentre”.
