La historia es: El emperador está desnudo
Trump no puso fin a siete guerras, ni siquiera a la guerra de Ucrania
Presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump
TRADUCE GEMMA TORNERO
En mi vida, presidentes de ambos partidos han pronunciado discursos inspiradores: Kennedy en 1963, junto al Muro de Berlín, diciéndole al pueblo alemán: «Ich bin ein Berliner» (Soy berlinés) y Reagan en 1987, en el mismo lugar, diciendo: «Señor Gorbachov, ¡derribe este muro!». Pero el discurso de Trump ante la ONU el 23 de septiembre fue una vergüenza.
Vi el discurso completo y el comentario posterior de los analistas de ABC News. Los comentaristas fingieron que el comportamiento de Trump era normal. ¿Por qué tanta farsa?
En 1837, Hans Christian Andersen escribió «El emperador está desnudo», un cuento sobre un rey ingenuo que gasta a manos llenas en ropa fina. Un par de estafadores lo convencen de que le confeccionarán un traje magnífico que será visible para él, su corte y las personas inteligentes, pero invisible para los necios. Los impostores confeccionan una vestimenta imaginaria que el rey luce con orgullo mientras se pavonea por la ciudad. El pueblo, para no parecer tonto y temeroso de enfadar al emperador, sigue la corriente del delirio del rey. Ajeno a la farsa, un niño dice: «El emperador está desnudo», pero la farsa continúa.
El discurso de Trump es difícil de ver porque estaba delirando. Dijo que puso fin a siete guerras, salvó la economía estadounidense de las desastrosas políticas de la administración Biden y se describió a sí mismo como «siempre en lo cierto». Y procedió a sermonear a la ONU diciendo que, debido a sus políticas de inmigración e iniciativas contra el cambio climático, «sus países se van al infierno».
Este no fue un discurso normal pronunciado por un hombre normal, sin embargo, los representantes de la ONU y los analistas de noticias siguieron la farsa del emperador. ¿Por qué?
El silencio de los representantes de la ONU puede disculparse. A pesar de su desconcierto, son visitantes en nuestras costas y están obligados a mostrar respeto por la investidura del Presidente. Los analistas de noticias son otro cantar. Durante años han sabido que las facultades mentales del pobre hombre han ido decayendo. Al igual que los miembros de la ONU, quizá quisieron mostrar respeto por el cargo, pero la primera obligación de un periodista es informar la verdad objetivamente. Nuestra sociedad libre y autogobernada depende de información fiable y precisa. Los medios de comunicación están obligados a informar sobre comportamientos irracionales no a fingir que no vieron lo que era evidente.
Trump no puso fin a siete guerras, ni siquiera a la guerra de Ucrania, algo que prometió hacer el primer día si era elegido. Y de Biden heredó la economía más fuerte del mundo. Sigue siéndolo, pero sus impredecibles políticas comerciales muestran un débil crecimiento del empleo y una mayor inflación. Y uno podría bromear diciendo que siempre tiene razón, pero solo un necio lo creería en serio.
Los analistas siguieron con la farsa porque tenían miedo, miedo a represalias por parte de Trump y su administración. El Washington Post cedió cuando su consejo editorial rompió la tradición y se negó a respaldar a un candidato presidencial, y el programa 60 Minutes de CBS se rindió ante una demanda frívola. La lista continúa: CBS canceló a Stephen Colbert Disney suspendió a Jimmy Kimmel Hegseth exigió a los periodistas que firmaran un compromiso de no publicar información no autorizada Trump revocó las credenciales de prensa de la Casa Blanca y calificó de «noticias falsas» los reportajes críticos que no le gustan.
Los medios de comunicación deben mantenerse firmes. Estos temas son demasiado importantes. Es un error pretender lo contrario. En su discurso, Trump identificó dos cuestiones cruciales: la inmigración y el cambio climático. Pero sus soluciones agravan ambos problemas. Las fronteras abiertas no son la política de ninguna nación, sin embargo, las calificó de «experimento fallido», y afirmó que la ciencia climática fue creada por «gente estúpida» y que es «el mayor engaño jamás perpetrado contra el mundo».
Su respuesta a la inmigración fue simplista: construir muros, controlar las fronteras y deportar. Y en cuanto al cambio climático, simplemente negar su existencia.
El Partido Republicano, con el apoyo de la industria del petróleo y el gas, se ha esforzado al máximo por desacreditar el calentamiento global. Pero el mecanismo por el cual el dióxido de carbono absorbe y emite radiación infrarroja se comprende desde hace más de 200 años, y los datos que muestran la correlación entre el aumento de la temperatura y el incremento de la concentración de dióxido de carbono, junto con el aumento de la quema de combustibles fósiles, son contundentes. Puede que esto esté fuera del alcance de Donald Trump, pero no de las mentes más brillantes. Los periodistas y presentadores de noticias objetivos lo saben. Permitir que un presidente inestable niegue la existencia del problema es un flaco favor a la humanidad
Y para abordar la inmigración, primero hay que comprender las causas del problema. Trump nos dio su opinión miope en 2016 cuando dijo: “Cuando México envía a su gente, no envía a la mejor. Los envía a ustedes. No los envía a ustedes. Envía gente con muchos problemas, y traen esos problemas con ellos. Traen drogas. Traen delincuencia. Son violadores”.
No es tan sencillo.
Las personas que llegan a nuestra frontera sur han sufrido grandes penurias. Vienen huyendo de la violencia, la opresión, la pobreza y la persecución en sus países de origen. Y se sienten atraídas por la libertad, la seguridad, las oportunidades y la calidad de vida que ofrece Estados Unidos. Que tantas personas arriesguen sus vidas para venir aquí es un testimonio de los principios rectores de Estados Unidos: la libertad, la igualdad y la democracia, que son la base de nuestra gran sociedad. Que la inmigración haya sobrepasado la seguridad de nuestra frontera sur es motivo de preocupación, pero también debería inspirar orgullo.
Y ciertamente algunos inmigrantes pueden ser indeseables, pero estudios del Instituto Cato, un centro de estudios libertario, y otros, han demostrado que las tasas de criminalidad entre los inmigrantes son mucho menores que las de los ciudadanos estadounidenses. Además, la inmigración ha sido y es esencial para el éxito de Estados Unidos. The Economist señaló recientemente que “las fronteras cerradas harán que el país sea más pequeño, más pobre y menos innovador”.
No deberíamos tener ni fronteras abiertas ni cerradas, sino una política de inmigración que dé la bienvenida a personas productivas y respetuosas de la ley, y que sea coherente con nuestros valores y leyes. En los últimos 20 años ha habido dos intentos bipartidistas de revisar nuestra política migratoria. En 2013, el grupo de los ocho senadores, entre ellos Marco Rubio (republicano por Florida), redactó una legislación al respecto, y en 2024 hubo un segundo intento liderado por James Langford (republicano por Oklahoma). Ambos fueron aprobados por los demócratas, pero rechazados por los republicanos.
El enfoque de Stephen Miller —cerrar fronteras, negar el debido proceso y usar agentes enmascarados del ICE para detener, encarcelar y deportar personas a prisiones en El Salvador— imita los métodos de regímenes autoritarios y fascistas. No es el estilo estadounidense. Para detener esta locura, los medios de comunicación deben alzar la voz e informar la verdad. Todos deberían hacer lo mismo. Cuando alguien niega la ciencia climática o apoya uno de los planes diabólicos de Stephen Miller, no finjamos que el rey está desnudo.
Bob Topper, colaborador de PeaceVoice, es un ingeniero jubilado.
En mi vida, presidentes de ambos partidos han pronunciado discursos inspiradores: Kennedy en 1963, junto al Muro de Berlín, diciéndole al pueblo alemán: «Ich bin ein Berliner» (Soy berlinés) y Reagan en 1987, en el mismo lugar, diciendo: «Señor Gorbachov, ¡derribe este muro!». Pero el discurso de Trump ante la ONU el 23 de septiembre fue una vergüenza.
Vi el discurso completo y el comentario posterior de los analistas de ABC News. Los comentaristas fingieron que el comportamiento de Trump era normal. ¿Por qué tanta farsa?
En 1837, Hans Christian Andersen escribió «El emperador está desnudo», un cuento sobre un rey ingenuo que gasta a manos llenas en ropa fina. Un par de estafadores lo convencen de que le confeccionarán un traje magnífico que será visible para él, su corte y las personas inteligentes, pero invisible para los necios. Los impostores confeccionan una vestimenta imaginaria que el rey luce con orgullo mientras se pavonea por la ciudad. El pueblo, para no parecer tonto y temeroso de enfadar al emperador, sigue la corriente del delirio del rey. Ajeno a la farsa, un niño dice: «El emperador está desnudo», pero la farsa continúa.
El discurso de Trump es difícil de ver porque estaba delirando. Dijo que puso fin a siete guerras, salvó la economía estadounidense de las desastrosas políticas de la administración Biden y se describió a sí mismo como «siempre en lo cierto». Y procedió a sermonear a la ONU diciendo que, debido a sus políticas de inmigración e iniciativas contra el cambio climático, «sus países se van al infierno».
Este no fue un discurso normal pronunciado por un hombre normal, sin embargo, los representantes de la ONU y los analistas de noticias siguieron la farsa del emperador. ¿Por qué?
El silencio de los representantes de la ONU puede disculparse. A pesar de su desconcierto, son visitantes en nuestras costas y están obligados a mostrar respeto por la investidura del Presidente. Los analistas de noticias son otro cantar. Durante años han sabido que las facultades mentales del pobre hombre han ido decayendo. Al igual que los miembros de la ONU, quizá quisieron mostrar respeto por el cargo, pero la primera obligación de un periodista es informar la verdad objetivamente. Nuestra sociedad libre y autogobernada depende de información fiable y precisa. Los medios de comunicación están obligados a informar sobre comportamientos irracionales no a fingir que no vieron lo que era evidente.
Trump no puso fin a siete guerras, ni siquiera a la guerra de Ucrania, algo que prometió hacer el primer día si era elegido. Y de Biden heredó la economía más fuerte del mundo. Sigue siéndolo, pero sus impredecibles políticas comerciales muestran un débil crecimiento del empleo y una mayor inflación. Y uno podría bromear diciendo que siempre tiene razón, pero solo un necio lo creería en serio.
Los analistas siguieron con la farsa porque tenían miedo, miedo a represalias por parte de Trump y su administración. El Washington Post cedió cuando su consejo editorial rompió la tradición y se negó a respaldar a un candidato presidencial, y el programa 60 Minutes de CBS se rindió ante una demanda frívola. La lista continúa: CBS canceló a Stephen Colbert Disney suspendió a Jimmy Kimmel Hegseth exigió a los periodistas que firmaran un compromiso de no publicar información no autorizada Trump revocó las credenciales de prensa de la Casa Blanca y calificó de «noticias falsas» los reportajes críticos que no le gustan.
Los medios de comunicación deben mantenerse firmes. Estos temas son demasiado importantes. Es un error pretender lo contrario. En su discurso, Trump identificó dos cuestiones cruciales: la inmigración y el cambio climático. Pero sus soluciones agravan ambos problemas. Las fronteras abiertas no son la política de ninguna nación, sin embargo, las calificó de «experimento fallido», y afirmó que la ciencia climática fue creada por «gente estúpida» y que es «el mayor engaño jamás perpetrado contra el mundo».
Su respuesta a la inmigración fue simplista: construir muros, controlar las fronteras y deportar. Y en cuanto al cambio climático, simplemente negar su existencia.
El Partido Republicano, con el apoyo de la industria del petróleo y el gas, se ha esforzado al máximo por desacreditar el calentamiento global. Pero el mecanismo por el cual el dióxido de carbono absorbe y emite radiación infrarroja se comprende desde hace más de 200 años, y los datos que muestran la correlación entre el aumento de la temperatura y el incremento de la concentración de dióxido de carbono, junto con el aumento de la quema de combustibles fósiles, son contundentes. Puede que esto esté fuera del alcance de Donald Trump, pero no de las mentes más brillantes. Los periodistas y presentadores de noticias objetivos lo saben. Permitir que un presidente inestable niegue la existencia del problema es un flaco favor a la humanidad
Y para abordar la inmigración, primero hay que comprender las causas del problema. Trump nos dio su opinión miope en 2016 cuando dijo: “Cuando México envía a su gente, no envía a la mejor. Los envía a ustedes. No los envía a ustedes. Envía gente con muchos problemas, y traen esos problemas con ellos. Traen drogas. Traen delincuencia. Son violadores”.
No es tan sencillo.
Las personas que llegan a nuestra frontera sur han sufrido grandes penurias. Vienen huyendo de la violencia, la opresión, la pobreza y la persecución en sus países de origen. Y se sienten atraídas por la libertad, la seguridad, las oportunidades y la calidad de vida que ofrece Estados Unidos. Que tantas personas arriesguen sus vidas para venir aquí es un testimonio de los principios rectores de Estados Unidos: la libertad, la igualdad y la democracia, que son la base de nuestra gran sociedad. Que la inmigración haya sobrepasado la seguridad de nuestra frontera sur es motivo de preocupación, pero también debería inspirar orgullo.
Y ciertamente algunos inmigrantes pueden ser indeseables, pero estudios del Instituto Cato, un centro de estudios libertario, y otros, han demostrado que las tasas de criminalidad entre los inmigrantes son mucho menores que las de los ciudadanos estadounidenses. Además, la inmigración ha sido y es esencial para el éxito de Estados Unidos. The Economist señaló recientemente que “las fronteras cerradas harán que el país sea más pequeño, más pobre y menos innovador”.
No deberíamos tener ni fronteras abiertas ni cerradas, sino una política de inmigración que dé la bienvenida a personas productivas y respetuosas de la ley, y que sea coherente con nuestros valores y leyes. En los últimos 20 años ha habido dos intentos bipartidistas de revisar nuestra política migratoria. En 2013, el grupo de los ocho senadores, entre ellos Marco Rubio (republicano por Florida), redactó una legislación al respecto, y en 2024 hubo un segundo intento liderado por James Langford (republicano por Oklahoma). Ambos fueron aprobados por los demócratas, pero rechazados por los republicanos.
El enfoque de Stephen Miller —cerrar fronteras, negar el debido proceso y usar agentes enmascarados del ICE para detener, encarcelar y deportar personas a prisiones en El Salvador— imita los métodos de regímenes autoritarios y fascistas. No es el estilo estadounidense. Para detener esta locura, los medios de comunicación deben alzar la voz e informar la verdad. Todos deberían hacer lo mismo. Cuando alguien niega la ciencia climática o apoya uno de los planes diabólicos de Stephen Miller, no finjamos que el rey está desnudo.
Bob Topper, colaborador de PeaceVoice, es un ingeniero jubilado.